La yema de mis dedos repasaba el dorso de su mano, sus pliegues,
aquellas marcas que deja el tiempo a su paso. El sobresalto de sus vasos sanguíneos
bien marcados. Entonces al mirarle y mirarle comencé a comprender su historia,
esa historia que no cuenta con palabras, la historia de sus manos, la historia
y los secretos escondidos en las marcas, en las líneas.
Su mano izquierda me ha contado, que desde siempre ha sido
amante de los animales, me lo dice los tres pequeños rasguños que a pesar del
tiempo todavía se mantienen de manera intangible. Tan bien me he dado cuenta
que al nivel de ambas muñecas un par de bultos me indican que unos dulces y concisos
Huesos forman parte de su esqueleto, he visto cómo sus manos se deslizan sobre la pluma de manera muy experta,
a pesar que su dedo índice derecho guarda aun el dolor de aquel accidente
mientras trabajaba y una aguja perforante
atravesó su dedo, secuestrándole chorros de sangre y uno que otro grito, sé que
esa noche lloro a causa del gran dolor..
Sé que es una de esas personas que ha luchado y que lo que
tiene se lo ha ganado a puro trabajo, así me han susurrado las marcas oscuras
que me indican sus cayos y la curvatura y promontorios de sus articulaciones. A
pesar de todo aquello, de sus luchas, de sus suplicios sé que es una de esas
personas que con un par de dulces caricias lo dice todo y al mismo tiempo nada,
no hay necesidad de que me diga nada, lo sé con solo verle, lo sé con solo el
hecho de sentir el rose de su piel, cuanta comprensión, cuanto cariño pueden
guardar sus manos que a pesar de todo, aun son capaces de decirme meticulosamente
cuanto amor guardan aquellas sus manos.
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